Como aspirante a dirigente político que soy he decidido encarar el imperioso tema de la inseguridad sin caer en los conceptos huecos que se suelen escuchar, sino definiendo y atacando a nuestro verdadero enemigo: el “garantismo”.
Este artículo es el primero de una serie que dedicaré exclusivamente al tema (en los que los invito a seguirme y a suscribirse), independientemente de las columnas de docencia y prevención jurídica habituales en éste espacio.
En este combate al garantismo utilizaré dos armas: la información y la desideologización.
Primero lo primero: definir al enemigo. ¿Qué es el “garantismo”?
Básicamente podemos decir que es la tendencia a interpretar y aplicar las reglas del proceso penal y del Derecho Penal de forma tal de evitar siempre la condena y las penas o, en caso de que sean inevitables, a minimizar y suavizar los más posible su aplicación.