Desde que nacemos que escuchamos, decimos y nos convencemos de que somos una sociedad “familiera” y que siempre “lo primero es la familia”.
Más allá de que personalmente no estoy tan convencido de que seamos tan familieros -y de que mi experiencia de vida y profesional muchas veces me demuestra lo contrario- el comentario viene a cuento porque nuestras leyes penales no son ajenas a ese discurso.
En éste artículo les contaré un aspecto en el que la ley penal desplaza la verdad y la Justicia para proteger, supuestamente, la familia y termino con una propuesta puntual sobre el tema.